Esta colección de reportajes de JJ Millás, publicados para El País entre 1998 y 2012, nos acerca a la vida cotidiana de personajes anónimos que se han enfrentado cara a cara con la adversidad o han tenido que luchar mucho y superarse para salir adelante. Como esa ama de casa cualquiera que vive en Getafe y tiene un hijo que padece del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, la invidente que trabaja como telefonista en un centro de rehabilitación de la ONCE o la madre que en un momento dado ve en la prostitución una alternativa. JJ Millás se convierte durante un tiempo, como el dice, en la sombra de ese personaje que se esforzará por retratarnos, acompañado a veces por el fotógrafo Jordi Socías.
La enfermedad, la discapacidad o la patología, paradigmas todas ellas de esa piedra que se interpone en nuestro camino, están con frecuencia presentes, se trate del síndrome de Down, el trastorno bipolar o el alzhéimer. Otro de los relatos nos trae el sobrecogedor testimonio de un hombre de sesenta y dos años que elige la eutanasia para quitarse de en medio sin dolor y escapar a un horizonte clínico espantoso.
A veces el entrevistado es alguien que ha consagrado su existencia a servir a la sociedad, como el doctor que está al frente de la unidad oncológica del hospital Valle de Hebrón, una especie de trinchera contra el cáncer, o la forense con plaza en los juzgados de Colmenar Viejo.
También aparecen retratados personajes públicos como Pasqual Maragall, Penélope Cruz, Pedro Almodóvar o La Mala Rodríguez. O también Ronaldo, el futbolista, pero no CR7, sino Ronaldo Luiz Nazario de Lima, al que acompañará en un surrealista viaje a Ramala, capital administrativa de Cisjordania, en el que Ronaldo ejercerá de Embajador de Buena Voluntad de la ONU.
JJ Millás se atreve incluso a presentarnos la biografía de una mosca, una mosca del vinagre o de la fruta nacida en el Centro de Biología Molecular que existe en Madrid, a la que bautizará como Catalina y que vivirá apenas un mes.
El horror de la guerra nos lleva hasta Sierra Leona o Cachemira, dos remotos rincones del mundo de los que los medios de comunicación nos cuentan más bien poco y en los que la población civil ha sido víctima de sistemáticas torturas. Los abundantes testimonios que se nos presentan resultan espeluznantes.
El último de los reportajes es un viaje al Japón, realizado en 2012, en el que JJ Millás, el fotógrafo y un colombiano que lleva treinta años en el país se internan temerariamente en la zona de exclusión decretada a raíz del accidente nuclear de Fukushima, con un contador Geiger para medir la radiactividad.