domingo, 4 de mayo de 2014

La brujería en Navarra

Al aproximarnos al hecho brujeril encontramos cómo se repite por toda Europa y en distintas épocas una trilogía o asociación de tres elementos o fuerzas que se presentan simultáneamente:
  • Luna.
  • Noche.
  • Mujer: Su protagonismo es en líneas generales superior al del hombre.

Acusaciones 
Las noticias sobre estas prácticas se hacen frecuentes en Navarra a partir del siglo XIV, especialmente en su montaña. Cabe suponer que el fenómeno se daba también en siglos anteriores, aunque no tengamos constancia escrita de ello.
En el siglo XVI y en los comienzos del XVII tienen lugar en Navarra una serie de procesos muy sonados contra la brujería, instruidos en su mayoría por los tribunales civiles y solo puntualmente por la Inquisición.
Entre los acusados predomina el tipo de la bruja rural (las brujas superan en número a los brujos), más vieja que joven, que con frecuencia presenta alguna anormalidad física o psíquica.
Habitualmente se acusa a brujos y brujas de hechos similares (fabricar y aplicar polvos y ungüentos dañinos, hechos con pieles desolladas de sapos, echar el mal de ojo, lanzar maleficios que causan desgracias y daños a campos, animales o personas, etc.). En las acusaciones se observa cómo a menudo se confunden las actividades brujeriles con las profesiones de curandero o de adivino. Las persecuciones se hacen más frecuentes en épocas de epidemias o malas cosechas.
Por lo general, los acusados son gente de baja condición, ignorantes y analfabetos, pero encontramos algunas excepciones, como la de Lope de Esparza, alcalde del valle de Salazar, o la del famoso Brujo de Bargota, que era clérigo y que comparecería en el auto de fe de Logroño de 1610.
En la mayoría de los casos las acusaciones no tienen base ninguna y están motivadas por malquerencias, odios, supersticiones o prejuicios, lo que explica que en muchas ocasiones los acusados fueran protegidos por los sacerdotes locales.
Sorprende también que en muchos casos se dé crédito a las acusaciones vertidas por niños de corta edad, a menudo influenciados por personas mayores.
Los aquelarres
Los ayuntamientos o reuniones de brujos y brujas tienen lugar en las noches de los viernes en alguna campa o cueva (como las cuevas de Zugarramurdi o Alli). Se celebran funciones extraordinarias las vísperas de las principales fiestas del año.
En ellos se rinde homenaje y se idolatra a Belcebú por medio de diversos ritos y ceremonias, en los que con frecuencia se advierte un trasfondo sexual. Los asistentes danzan al son del rabel y el tamboril, y asisten a misas negras presididas por algún brujo o bruja que se pone sobre la cabeza unos cuernos de cabrón para encarnar a Satanás. Suelen darse escenas lúbricas e incluso orgías en las que se llega a la comunión carnal del demonio con sus fieles. Tanto desenfreno debe acabar antes de que cante el gallo.


El aquelarre de Goya


Conflictos de competencias
En Navarra fueron los tribunales civiles, el Tribunal de la Corte en primera instancia y el Consejo Real en segunda, sin posibilidad ya de apelación, quienes dictaron sentencia en la mayor parte de las causas por brujería (el auto de fe de Logroño, instruido por la Inquisición en 1610, es una excepción), pero a menudo surgieron discrepancias con los inquisidores de Calahorra y Logroño. Ello se debe a que no estaban bien deslindadas las jurisdicciones de los tribunales civiles y eclesiásticos.
Una cédula real de 1530 trató de delimitar las competencias de unos y otros tribunales para resolver la cuestión, estableciendo lo siguiente:
  • Los tribunales eclesiásticos (o del Santo Oficio), que dependían de la Inquisición, debían juzgar a los acusados de herejía solo en lo tocante a la ortodoxia y la fe. Los reos debían confesar sus culpas, retractarse, pedir misericordia y abrazar la Cruz.
  • Los tribunales civiles navarros (o de la Corte), que dependían del Consejo Real (o Supremo del reino), se encargaban de juzgar los demás delitos, en particular los actos puramente brujeriles, los envenenamientos, los contrarios a la moral sexual vigente, etc.
En definitiva, se establecía que el Consejo Real debía entregar a la Inquisición los presos que tenía por presuntos delitos de brujería, a fin de que fuesen juzgados por estos solo en lo tocante a la fe; luego debían ser remitidos de nuevo a los tribunales ordinarios o civiles navarros para ser juzgados de otros delitos que pudieran haber cometido. A pesar de que el asunto parecía quedar zanjado, se seguirían produciendo enfrentamientos entre tribunales civiles y eclesiásticos.

Castigos
Destacan por su dureza las sentencias de los tribunales civiles navarros en los procesos de Burguete (1525), Anocíbar (1576) o Aráiz (1595), que condenan a muerte a varios acusados. Supera a las anteriores el proceso incoado por la Inquisición en 1610, en Logroño, contra las brujas de Zugarramurdi, en el que siete de ellas serían quemadas en la hoguera.
En los restantes casos las condenas consisten en penas de cárcel, en azotes o en el destierro.
Los procesos de Elgorriaga (1610) o Arráyoz (1612) constituyen un caso aparte. En ellos se aprecia un giro total en las sentencias dictadas y los acusadores son finalmente condenados por difamación y malos tratos a los acusados.

Procesos contra la brujería en Navarra


Ituren y su comarca (1525)
Los aquelarres se celebraban en el Mendaur, el rey de los montes de la comarca, también llamado Mandaurre o Abalegui en aquella época.
El proceso fue conducido por el Consejo Real, que designó al comisario y bachiller Antón de Huarte para visitar la comarca y hacer las averiguaciones. Le cupo dictar sentencia a Bernald Cruzat, justicia de Pamplona. Los acusados tuvieron la suerte de contar con jueces benévolos.


Valcarlos y Roncesvalles (1525)
En el proceso intervino el licenciado Balanza, comisionado por el Consejo Real.
La sentencia fue cruel en este caso y hubo penas de hoguera para varias de las brujas acusadas.
Un lunes del mes de junio fueron quemadas las brujas en Burguete. El hecho debió causar gran impresión en la montaña navarra.


Valle de Salazar (1539)
Los dos núcleos brujeriles más importantes fueron Ochagavía y Esparza.
Las informaciones iniciales son recabadas por el bachiller Leoz y el proceso lo conducen el comisario Camús, enviado por la Inquisición, y un tal Beruete, alguacil enviado por el Tribunal de la Corte.
Los ayuntamientos de brujos tenían lugar en la plaza pública y en las eras los lunes, miércoles y viernes.
Entre los delatados está el propio alcalde del valle, un tal Lope de Esparza, que sería condenado a dos meses de destierro.

Ciordia (1575-1576)
Se encarga al escribano Pérez de Huarte que lleve a cabo una investigación en Echarri-Aranaz y en los valles de Araquil y Burunda.
Fue acusada la octogenaria Gracia Martiz y condenada por el Tribunal de la Corte, pese a la inconsistencia de las pruebas (meras declaraciones de sus convecinos, basadas en prejuicios, en la superstición o en la mala fe). Fue primero encerrada en la cárcel de Pamplona y, tras cuatro meses, la pena de prisión le es conmutada por el destierro perpetuo del reino.

Burguete (1575)
A las acusadas, Graciana de Loizu y otras brujas, se les achacan varias muertes, aunque las pruebas parecen basadas en declaraciones totalmente inconsistentes. A Graciana se le condena a 10 años de destierro del reino, siendo absueltas las demás.

Anocíbar (1575)
La acusación fue presentada por Pedro de Esáin, abad de Ciarruz y Anocíbar.
Para hacer las averiguaciones pertinentes acudió el licenciado Ozcoidi, enviado por el Tribunal de la Corte.
Todos los encausados pasaron a las cárceles de Pamplona, donde fueron sometidos a tormento para arrancarles la verdad.
Finalmente tres de los acusados fueron condenados a muerte, pese a que las condenas se basaron en declaraciones plagadas de contradicciones y prestadas incluso por niños. Solo pudo ejecutarse la pena de muerte en un caso; los otros dos reos habían ya muerto en prisión para entonces.

Ulzama y valle de Anué (1575)
Se desplaza hasta allí el bachiller Ozcoidi para hacer las averiguaciones.
Los tres encausados fueron juzgados por los tribunales civiles y la sentencia decretada fue bastante moderada, reduciéndose a cinco años de destierro en dos de los casos y a una pequeña multa en el otro.

Valle de Larraun (1576)
Es la propia Inquisición quien inicia las pesquisas y quien luego envía a la zona a un comisario de los tribunales civiles navarros.
No hubo sentencias condenatorias.


San Martín de Amézcoa (1576)
Se desplazó al lugar el comisario Diego de Oñate.
Los acusados encontraron buenos valedores que desmintieron las calumnias vertidas contra ellos, motivadas por intereses y malquerencias.
La sentencia fue condenatoria y los acusados fueron desterrados durante dos años.

Valle de Aráiz (1595)
Las primeras declaraciones fueron tomadas pro el alcalde de los siete pueblos del valle, Fermín de Lodosa.
Celebraban los aquelarres en la cueva de Alli, en los que de adoraba a Belcebú.
Hasta 17 acusados fueron conducidos a las cárceles de Pamplona, donde fueron interrogados por Ozcáriz y Tejada, alcaldes de la Corte. Parece que también la Inquisición tuvo también alguna intervención en el proceso.
Muchos de ellos murieron de hambre antes de que se pronunciara la sentencia.
El licenciado Caparroso se trasladó a la zona para hacer averiguaciones sobre muertes de niños, despeñamientos de ganado y otros accidentes que eran atribuidos a los brujos, pero no se sacó nada en limpio. Probablemente muchas de las desgracias respondían a enfermedades y otras causas naturales.
Muchos terminaron por desmentir ante los jueces de Pamplona lo que inicialmente habían afirmado.
En todo este tiempo fallecieron muchos acusados, quedando solo tres de ellos vivos en el momento de dictarse sentencia, que fue absolutoria para Gracia de Usabarrena, única mujer superviviente, y condenatoria para Johan Martiz de Barazarte y Johanes de Zamarguiñarena (200 azotes y destierro perpetuo del reino para el primero, 100 azotes y 6 años de destierro para el segundo).

Las brujas de Zugarramurdi y el auto de fe de Logroño (1610)
Probablemente sea el proceso que alcanzó una mayor resonancia.
Fue conducido por la Inquisición y visitó la zona el inquisidor Alvarado.
En los aquelarres actuaban como reina Graciana de Barrenechea y como rey su marido, Miguel de Goiburu. En un ambiente festivo se bailaba al son de la flauta y el tamboril, tenía lugar una misa que oficiaba el demonio, se cometían actos sacrílegos e incluso se llegaba a la comunión carnal del demonio con sus fieles.
Se acusó a brujos y brujas de haber causado la muerte a algunos vecinos.
Resultaron implicadas en actos brujeriles cerca de 300 personas. 40 de ellas fueron finalmente llevadas a Logroño para ser juzgadas por la Inquisición.
El auto de fe se celebró los días 7 y 8 de noviembre de 1610. Los que se retractaron fueron perdonados; los siete que se resistieron y no se retractaron fueron quemados en la hoguera.


El auto de fe de Goya


El Brujo de Bargota
Se llamaba Johanes y era oriundo de Castilla y de estirpe hidalga. Hizo estudios eclesiásticos en Salamanca y ejerció como clérigo.
Aficionado a la nigromancia, realizaba conjuros y elaboraba pócimas y brebajes para curar enfermedades. Tenía una biblioteca con muchas obras sobre magia. Se desplazaba a la cercana Viana y a otros pueblos de la comarca para celebrar aquelarres.
Ya fue denunciado a la Inquisición de Logroño en 1599 y compareció finalmente ante ella en el célebre auto de fe de 1610. Fue condenado a galeras y a llevar durante un año el sambenito. Su vida fue ejemplar desde entonces y falleció a los 65 años casi como un santo.
Escultura del Brujo de Bargota
Goizueta (1609)
Los acusados, Johanes de Zubillaga y Magdalena de Leiza, fueron condenados a dos años de destierro.
Elgorriaga (1610)
Aquí cambian las tornas y los acusadores se convierten en acusados y son condenados por calumnias y agresiones a los supuestos brujos (los supuestos brujos y brujas eran atados a una escalera y en tal postura, sacando las cabezas por entre los tramos, eran paseados por las calles del lugar mientras recibían insultos, golpes, palos y pedradas).


Arráyoz (1612)
Lo mismo que en Elgorriaga, los acusadores fueron condenados a destierro por malos tratos y aplicación de tormento a los acusados, a consecuencia de los cuales murió una presunta bruja.
Se observa cómo a partir del auto de fe de Logroño de 1610, que causó una honda conmoción, se produce un giro completo en el sentido de las sentencias que administraban los tribunales.
Desde principios del XVII no encontramos más procesos sobre brujas en Navarra. Esto no quiere decir que tales actividades desaparecieran completamente, sino que probablemente se produjo un cambio de mentalidad en las autoridades y en los tribunales ante el problema.


TURISMO


El Gobierno de Navarra incluye, dentro de su oferta de rutas culturales, la Ruta de la Brujería, que se compone de cuatro excursiones y permite al viajero aproximarse al pasado brujeril de la montaña navarra.
El primer itinerario, que abarca Roncesvalles y los valles de Roncal y Salazar, permite conocer el Bosque de las Brujas, lugar de celebración de aquelarres.
El segundo itinerario nos acerca a Zugarramurdi, sus célebres cuevas y su Museo de las Brujas.
El tercer recorrido, que se desarrolla por Anocíbar y los valles de Larraun, Aráiz y Leizarán, nos adentra en cuevas en las que tenían lugar los rituales brujeriles.
El cuarto recorrido se centra en Tierra Estella y presta especial atención a Bargota, donde se celebra todos los años una Semana de la Brujería.

Ruta de la Brujería en Navarra (folleto en PDF)


CINE


Akelarre, de Pedro Olea
Fue rodada en el pueblo navarro de Uztegi (valle de Araitz) y estrenada en 1984. Recrea uno de tantos procesos contra la brujería llevados a cabo en el siglo XVI por la Inquisición. En su reparto figuran José Luis López Vázquez, que hace de Inquisidor, Silvia Munt, que interpreta a la bruja Garazi, Mari Carrillo, Patxi Bisquert, Iñaki Miramón, etc.


Las brujas de Zugarramurdi, de Álex de la Iglesia
Dirigida en 2013, viene a ser una actualización un tanto libre y disparatada del tema de la brujería. Trabajan en ella Carmen Maura, Terele Pávez y Carolina Bang. Las tres lideran la cuadrilla de hechiceras que protagoniza la cinta.



Fuente:
La brujería. Monográfico escrito por Florencio Idoate y publicado en 1983 por la Diputación Foral de Navarra (nº 4 de la colección Navarra, temas de cultura popular).

Artículos
Maravillosas brujas pioneras (por Rosa Montero, publicado en El País en septiembre de 2016)

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