viernes, 11 de abril de 2014

El sexo como acto de rebelión

El objetivo del Partido no era solo impedir que hombres y mujeres establecieran lazos que no pudiera controlar. Su intención real y no confesada era eliminar cualquier placer del acto sexual. El enemigo no era tanto el amor, como el erotismo dentro y fuera del matrimonio. Todos los esponsales ente miembros del Partido tenían que ser aprobados por un comité nombrado para la ocasión y siempre se negaba el permiso si la pareja en cuestión daba la impresión de sentir atracción física. El único fin admitido del matrimonio era engendrar hijos para el servicio del Partido. Las relaciones sexuales se consideraban una operación menor y ligeramente desagradable, como ponerse un enema. Esto tampoco se decía claramente, pero a todos los miembros del Partido se les inculcaba de manera indirecta desde la infancia. Incluso había organizaciones como la Liga Juvenil Antisexo que defendía la abstinencia total en ambos sexos.
 
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Cada vez que la tocaba se ponía tensa y rígida. Abrazarla era como abrazar una imagen articulada de madera. Y lo raro era que incluso cuando ella lo rodeaba con sus brazos parecía como si al mismo tiempo lo apartara de su lado con todas sus fuerzas. La rigidez de sus músculos lograba producir esa impresión. Se tumbaba con los ojos cerrados, sin resistirse ni cooperar, como si se sometiera a él. Era muy violento, y con el tiempo llegó a ser horrible. Pero habría podido resistirlo si hubieran acordado no tener relaciones. Lo curioso es que fue Katharine quien insistió en tenerlas. Aseguró que tenían que engendrar un hijo si podían. Así que siguieron haciéndolo una vez a la semana, con bastante regularidad siempre que no era imposible. Incluso se lo recordaba por la mañana, como si fuese algo que tenían que hacer por la noche y que no debían olvidar. Tenía dos maneras de decirlo. Una era hacer un bebé y la otra era nuestro deber con el Partido.
 
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Las mujeres del Partido eran todas iguales. La castidad estaba tan arraigada en ellas como la lealtad al Partido. Un minucioso condicionamiento temprano, los juegos y las duchas de agua fría, las bobadas que les inculcaban en el colegio, en los Espías y en la Liga Juvenil, las conferencias, los desfiles, las canciones, los eslóganes y la música militar habían extirpado de ellas ese sentimiento natural. La razón le decía que debía de haber excepciones, pero en el fondo de su corazón se resistía a creerlo. Todas eran inexpugnables, como quería el Partido. Y lo que él quería, incluso más que ser amado, era derribar ese muro de virtud, aunque fuese solo una vez en la vida. El acto sexual bien hecho era una forma de rebelión.
 
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A diferencia de Winston, Julia había comprendido el significado último del puritanismo sexual del Partido. No era solo que el instinto sexual creara un mundo propio que quedaba fuera del control del Partido y que por tanto debía ser destruido en lo posible. Lo verdaderamente importante era que la privación sexual conducía a la histeria y eso era muy deseable porque podía transformarse en ardor guerrero y adoración al líder.
 
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Había una conexión íntima y directa entre la castidad y la ortodoxia política. ¿Cómo iban a mantener vivos el miedo, el odio y la demencial credulidad que el Partido exigía de sus miembros si no era reprimiendo un poderoso instinto y utilizándolo como fuerza impulsora? El deseo sexual era peligroso para el partido, así que lo había utilizado en su propio beneficio.
 
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Winston no entendía de esas cosas. Nunca había visto ni imaginado una mujer del Partido con cosméticos en la cara.
 
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- ¡Si hasta te has puesto perfume!
- Sí, cariño, también perfume. ¿Y sabes lo que voy a hacer ahora? Voy a conseguir donde sea un verdadero vestido de mujer y me lo pondré en lugar de estos puñeteros pantalones. ¡Llevaré medias de seda y zapatos de tacón! En este cuarto voy a ser una mujer y no una camarada del Partido.
 
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Nadie osa ya confiar en su mujer, en un hijo o en un amigo. En el futuro no habrá esposas ni amigos. Separaremos a los niños de sus madres al nacer, igual que se recogen los huevos de una gallina. El instinto sexual será erradicado. La procreación se convertirá en una formalidad anual como la renovación de una cartilla de racionamiento. Aboliremos el orgasmo. Nuestros neurólogos ya están trabajando en ello. No habrá otra lealtad que la profesada al Partido. No habrá más amor que el que se siente por el Hermano Mayor.

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Fragmentos extraídos de 1984, novela de George Orwell.

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