El catarismo constituye una corriente heterodoxa dentro del cristianismo, surgida en el siglo XI, en la que se aprecian raíces orientales e influencias del zoroastrismo, maniqueísmo y bogomilismo.
Se basa en la idea antigua de dualidad, que también está presente en las tres religiones antiguas mencionadas, y en la existencia de dos principios divinos: uno para el bien y otro para el mal.
Persigue la pureza y la perfección espiritual.
Se halla desprovista de culto y de templo. Siguiendo la tradición celta, la naturaleza era el marco ideal para el rezo y por ello solían levantar sus altares en lugares telúricos, considerados sagrados por las civilizaciones antiguas, que proporcionaban energía y fuerza.
Sus fieles no temían a la muerte porque para ellos el infierno se hallaba en este mundo.
Zoroastrismo o mazdeísmo
Esta corriente filosófica y religiosa fue fundada en el siglo VII a. C. por Zaratustra, pensador persa que nació en la ciudad de Yazd.
Tradicionalmente se ha supuesto que los tres Reyes Magos eran sacerdotes mazdeístas.
Se basa en el concepto de dualidad y en dos principios que están en permanente lucha, el bien y el mal, la luz y las tinieblas.
Parte también de la idea de que el mundo es producto del mal y tiene por tanto una concepción pesimista de la sociedad.
Su doctrina ética se basa en los principios de la no violencia y del amor a la Naturaleza. Se configura como una religión respetuosa con los demás, con la Naturaleza y con el Cosmos, que insta a sus discípulos a practicar el vegetarianismo.
El hombre, en función de la teoría del libre albedrío, tiene la facultad de obra a su antojo, es libre de actuar y podrá en la práctica hacer el bien o el mal, pero solo en el primer caso recibirá el premio divino y alcanzará la felicidad. En consecuencia, hay que hacer siempre el bien, tanto con el pensamiento como con la palabra y la obra. Son tres los mandamientos que han de practicar sus seguidores: buenos pensamientos, buenas palabras y buenas acciones.
Sus elementos sagrados son el fuego, que simboliza el bien y por ello su llama ha de arder permanentemente en el templo, el jardín, que simboliza la tierra y la felicidad, y el agua, que simboliza el equilibrio y la vida.
Maniqueísmo
Fue Manes (o Mani en la tradición española), nacido en Babilonia, que entonces era una provincia del imperio persa, quien recogió algunas de las enseñanzas de Zaratustra y fundó en el siglo III de nuestra era la religión maniquea.
Sus doctrinas influirían decisivamente en el desarrollo de las creencias cristianas, tanto en el plano oficial como en el ámbito de la herejía, y de hecho pueden considerarse el caldo de cultivo de algunas corrientes filosóficas y religiosas del Medievo, como el bogomilismo.
Apostaba también por el conocimiento como vía de salvación y creía en la reencarnación del alma humana.
Siguiendo a Zaratustra, Manes rechazaba la superioridad del hombre respecto a otros habitantes del planeta, defendía que el derecho a la vida alcanza por igual a hombres y animales, debiendo respetarse la vida de los animales.
Bogomilismo
Es una corriente religiosa, fundada en los Cárpatos en el siglo X por Bogomil, su primer pope.
Se la considera el precedente más cercano del catarismo.
Se caracteriza por un dualismo radical.
Defiende la existencia de un dios creador de los cielos y del bien, así como de su antagónico, el dios del mal o espíritu de las tinieblas, creador de la Tierra.
Se trata de una religión sencilla, que carece de sacramentos y misterios de fe, cuyos seguidores, los bogomilos, llevaban un modo de vida ascético y espartano. No gustan de representar a Cristo en la Cruz (lo consideran signo de martirio y de derrota ante Satán), sino con los brazos alzados en señal de júbilo y de victoria sobre los poderes del mal.
Pronto se extiende por los Balcanes, por Bulgaria, Serbia o Macedonia e incluso se convierte en religión oficial de Bosnia (de donde será desplazada por el Islam con la invasión otomana del siglo XVI) y Hungría (de donde será desplazada por el catolicismo a mediados del siglo XV).
A lo largo del siglo XI fueron innumerables las conversiones que se produjeron en el propio Imperio bizantino. Incluso el patriarca Miguel Cerulario se convirtió, lo que originaría el cisma entre las Iglesias bizantina y romana en 1054.
Pero los bogomilos terminarían por ser perseguidos sin piedad por los emperadores bizantinos y a fines del siglo XI se verían forzados a huir a Occidente (Lombardía y Languedoc), donde los acogería el conde de Toulouse. No tardarían en ser conocidos como cátaros (del griego "katharos", que significa "puros") en toda Occitania.
Persigue la pureza y la perfección espiritual.
Se halla desprovista de culto y de templo. Siguiendo la tradición celta, la naturaleza era el marco ideal para el rezo y por ello solían levantar sus altares en lugares telúricos, considerados sagrados por las civilizaciones antiguas, que proporcionaban energía y fuerza.
Sus fieles no temían a la muerte porque para ellos el infierno se hallaba en este mundo.
Zoroastrismo o mazdeísmo
Esta corriente filosófica y religiosa fue fundada en el siglo VII a. C. por Zaratustra, pensador persa que nació en la ciudad de Yazd.
Tradicionalmente se ha supuesto que los tres Reyes Magos eran sacerdotes mazdeístas.
Se basa en el concepto de dualidad y en dos principios que están en permanente lucha, el bien y el mal, la luz y las tinieblas.
Parte también de la idea de que el mundo es producto del mal y tiene por tanto una concepción pesimista de la sociedad.
Su doctrina ética se basa en los principios de la no violencia y del amor a la Naturaleza. Se configura como una religión respetuosa con los demás, con la Naturaleza y con el Cosmos, que insta a sus discípulos a practicar el vegetarianismo.
El hombre, en función de la teoría del libre albedrío, tiene la facultad de obra a su antojo, es libre de actuar y podrá en la práctica hacer el bien o el mal, pero solo en el primer caso recibirá el premio divino y alcanzará la felicidad. En consecuencia, hay que hacer siempre el bien, tanto con el pensamiento como con la palabra y la obra. Son tres los mandamientos que han de practicar sus seguidores: buenos pensamientos, buenas palabras y buenas acciones.
Sus elementos sagrados son el fuego, que simboliza el bien y por ello su llama ha de arder permanentemente en el templo, el jardín, que simboliza la tierra y la felicidad, y el agua, que simboliza el equilibrio y la vida.
Maniqueísmo
Fue Manes (o Mani en la tradición española), nacido en Babilonia, que entonces era una provincia del imperio persa, quien recogió algunas de las enseñanzas de Zaratustra y fundó en el siglo III de nuestra era la religión maniquea.
Sus doctrinas influirían decisivamente en el desarrollo de las creencias cristianas, tanto en el plano oficial como en el ámbito de la herejía, y de hecho pueden considerarse el caldo de cultivo de algunas corrientes filosóficas y religiosas del Medievo, como el bogomilismo.
Apostaba también por el conocimiento como vía de salvación y creía en la reencarnación del alma humana.
Siguiendo a Zaratustra, Manes rechazaba la superioridad del hombre respecto a otros habitantes del planeta, defendía que el derecho a la vida alcanza por igual a hombres y animales, debiendo respetarse la vida de los animales.
Bogomilismo
Es una corriente religiosa, fundada en los Cárpatos en el siglo X por Bogomil, su primer pope.
Se la considera el precedente más cercano del catarismo.
Se caracteriza por un dualismo radical.
Defiende la existencia de un dios creador de los cielos y del bien, así como de su antagónico, el dios del mal o espíritu de las tinieblas, creador de la Tierra.
Se trata de una religión sencilla, que carece de sacramentos y misterios de fe, cuyos seguidores, los bogomilos, llevaban un modo de vida ascético y espartano. No gustan de representar a Cristo en la Cruz (lo consideran signo de martirio y de derrota ante Satán), sino con los brazos alzados en señal de júbilo y de victoria sobre los poderes del mal.
Pronto se extiende por los Balcanes, por Bulgaria, Serbia o Macedonia e incluso se convierte en religión oficial de Bosnia (de donde será desplazada por el Islam con la invasión otomana del siglo XVI) y Hungría (de donde será desplazada por el catolicismo a mediados del siglo XV).
A lo largo del siglo XI fueron innumerables las conversiones que se produjeron en el propio Imperio bizantino. Incluso el patriarca Miguel Cerulario se convirtió, lo que originaría el cisma entre las Iglesias bizantina y romana en 1054.
Pero los bogomilos terminarían por ser perseguidos sin piedad por los emperadores bizantinos y a fines del siglo XI se verían forzados a huir a Occidente (Lombardía y Languedoc), donde los acogería el conde de Toulouse. No tardarían en ser conocidos como cátaros (del griego "katharos", que significa "puros") en toda Occitania.
Origen del catarismo
Aunque el epicentro del movimiento se sitúa en la región de Albi (que en la actualidad pertenece en su mayoría al departamento del Aude), y por eso a los cátaros se les comienza a llamar también albigenses (o albigeois en francés), arraigó en toda Occitania.
Aunque el epicentro del movimiento se sitúa en la región de Albi (que en la actualidad pertenece en su mayoría al departamento del Aude), y por eso a los cátaros se les comienza a llamar también albigenses (o albigeois en francés), arraigó en toda Occitania.
Vista de Albi
La doctrina cátara
El catarismo representa una nueva visión del mundo.
Predica la pureza de espíritu y la renuncia a los bienes materiales.
Fustiga a la Iglesia, cuyos ministros nadan en la riqueza, por su poder y sus posesiones.
Aboga por la tolerancia, la no violencia y la coexistencia pacífica. Uno de sus preceptos o mandamientos es no matar a persona o animal alguno (todos poseen almas que esperan su salvación).
El bien se identifica con la luz, la sabiduría, los cielos, el alma o la salvación.
El mal se identifica con las tinieblas, la Tierra, el cuerpo, la materia o el pecado.
Difusión del catarismo
A pesar de ser combatido por la Iglesia oficial, el catarismo se propagó con rapidez por el Mediodía francés durante los siglos XII y XIII. En algunas de sus principales ciudades, como Toulouse, Carcasona, Albi, Béziers o Montpellier, contó con el apoyo de algunas autoridades, como los condes de Toulouse y a veces incluso los mismos obispos.
Los cátaros, en sus ansias de pureza, soñaban con el retorno de la Iglesia primitiva, la de los primeros tiempos.
En 1167 celebraron un concilio en Saint Félix de Lauragais y decidieron organizarse en su propia Iglesia, al margen de la de Roma, estableciendo cuatro obispados cátaros en el Languedoc, con sede en Albi, Carcasona, Toulouse y Agen. Sus ministros, llamados Perfectos, impartieron sus enseñanzas durante más de dos siglos, basadas en la libertad de la persona, el respeto a la mujer o la tolerancia intercultural.
Los cátaros, en sus ansias de pureza, soñaban con el retorno de la Iglesia primitiva, la de los primeros tiempos.
En 1167 celebraron un concilio en Saint Félix de Lauragais y decidieron organizarse en su propia Iglesia, al margen de la de Roma, estableciendo cuatro obispados cátaros en el Languedoc, con sede en Albi, Carcasona, Toulouse y Agen. Sus ministros, llamados Perfectos, impartieron sus enseñanzas durante más de dos siglos, basadas en la libertad de la persona, el respeto a la mujer o la tolerancia intercultural.
El movimiento constituía un auténtico desafío a la autoridad de la Iglesia.
El catarismo fue considerado una herejía por la Iglesia católica oficial y en el III Concilio de Letrán, celebrado en 1179, todos sus seguidores fueron condenados. Se prohibió dar apoyo a los cátaros y comerciar con ellos. E incluso se concedió amparo y protección religiosa, como se hacía con los cruzados, a todos aquellos que tomaran las armas para reducirlos.
Desde Constantino el Grande la Iglesia romana es la Iglesia del Poder; desde entonces impera en una alianza diabólica con los señores de este mundo. Pero ni ella ni los señores de este mundo tienen derecho a perseguir a los "herejes", a los puros, a los pobres, a los verdaderos imitadores de Cristo (Friedrich Heer, historiador austriaco, 1916-1983).
La predicación de Domingo de Guzmán entre los cátaros
En un viaje por el sur de Francia, el castellano Domingo de Guzmán, canónigo de Osma y fundador de la orden de los dominicos, se lanzó a predicar a los cátaros, disputando con ellos y refutando sus argumentos para tratar de acercarlos a la ortodoxia.
Pese a su tesón, el fraile castellano no consiguió frenar la expansión de la herejía. Aun así, el obispo de Toulouse le entregaría una iglesia y una casa en la ciudad, que destinó al establecimiento del que se considera el primer convento de la orden dominica.
Domingo de Guzmán
La expansión catalano-aragonesa en la región occitana
Durante el siglo XII el sur de Francia está dividido en multitud de condados y vizcondados, relacionados entre sí por una compleja red de acuerdos feudales que permiten cambiar de alianzas continuamente, atendiendo a los intereses de cada momento. Los condes de Barcelona, los reyes de Aragón y los reyes de Francia rivalizan por el control de la zona, aunque el predominio catalano-aragonés es claro.
El rey de Aragón recibe el homenaje feudal del conde de Toulouse y de otras ciudades como Rodez, Narbona o Béziers; el conde de Barcelona, por su parte, obtiene el vasallaje de los condados de Carcasona, Razés y Provenza. Uno y otro se convierten en señores feudales. La situación se consolidará a partir de mediados del siglo XII al unirse políticamente el reino de Aragón y el condado de Barcelona en la misma persona (varios Alfonsos y varios Pedros serán simultáneamente reyes-condes).
La cruzada papal contra los cátaros
La Iglesia no podía tolerar la insurrección albigense durante mucho tiempo. Había que intervenir para restablecer el dogma católico, recurriendo a la fuerza si era necesario. Inocencio III, elegido papa en 1198, fue quien inició la lucha contra los cátaros y contra su principal protector, Raimond VI, conde de Toulouse.
En 1209 Inocencio III decretó una cruzada o expedición de castigo contra los cátaros, confiándose su conducción al temible y despiadado Simón de Montfort, que estaba al servicio de la monarquía francesa. Inicialmente los cruzados se dirigieron contra Béziers y Albi, las dos grandes ciudades que encabezaban la insurrección cátara. La población de Béziers fue masacrada y los horrores continuarían de ahí en adelante.
Raimond VI, enfrentado al papa y a la Iglesia, solicitó el socorro de Pedro el Católico, rey aragonés, conde de Barcelona y señor feudal de la mayor parte del sur de Francia (en especial tras su matrimonio con María de Montpellier), del que también era vasallo.
En 1213 tuvo lugar la batalla de Muret, en la que Pedro el Católico fue muerto por los cruzados. Las tropas catalano-aragonesas se verían obligadas a evacuar la ciudad de Toulouse, que habían ocupado en 1217. A partir de entonces el condado de Toulouse quedaría bajo control de la monarquía francesa.
Muchos cátaros buscaron refugio en la región de Albi, levantando castillos como los de Quéribus, Peypertuse, Termes, Puyvert o Puilaurens en lugares montañosos de difícil acceso. Pero la persecución prosiguió hasta su exterminio. Los últimos cátaros encontraron refugio en Montségur, donde serían quemados vivos en 1244.
Guilhem Bélibaste (1280-1321), último Perfecto, fue quemado en la hoguera en Villerouge-Termenès.
Guilhem Bélibaste (1280-1321), último Perfecto, fue quemado en la hoguera en Villerouge-Termenès.
Simón de Montfort y Pedro el Católico
El escritor gallego Álvaro Cunqueiro decía, en La cocina cristiana de Occidente, que la oca de lengua d'oc, la oca tolosana, ésa fue la comida favorita de los cruzados en los días albigenses, y a punto estuvo de acabarse la raza con las enormes gulas de aquellos ásperos cristianizadores.
Encontramos referencias a los cátaros y al clima de enfrentamiento que se vivió en su época entre ortodoxos y herejes en El nombre de la rosa, la novela de Umberto Eco, en la que el fraile franciscano Guillermo de Baskerville y su pupilo Adso de Melk investigan una sucesión de crímenes acontecidos en una abadía benedictina del norte de Italia. Los hechos se ambientan en la primera mitad del siglo XIV, bajo el papado de Juan XXII, que fue segundo papa de Avignon.
Encontramos referencias a los cátaros y al clima de enfrentamiento que se vivió en su época entre ortodoxos y herejes en El nombre de la rosa, la novela de Umberto Eco, en la que el fraile franciscano Guillermo de Baskerville y su pupilo Adso de Melk investigan una sucesión de crímenes acontecidos en una abadía benedictina del norte de Italia. Los hechos se ambientan en la primera mitad del siglo XIV, bajo el papado de Juan XXII, que fue segundo papa de Avignon.
Fuentes
La herejía cátara (por Jesús Ávila Granados, periodista, colaborador de la revista Enigmas y autor de un centenar de libros)
La España medieval (por José Luis Martín), tomo nº 2 de la Historia de España publicada por Historia 16.
La herejía cátara (por Jesús Ávila Granados, periodista, colaborador de la revista Enigmas y autor de un centenar de libros)
La España medieval (por José Luis Martín), tomo nº 2 de la Historia de España publicada por Historia 16.
Sitio web dirigido a niños, con información sobre los castillos, las abadías y los museos del país cátaro, que propone visitas, salidas escolares y actividades pedagógicas para el aprendizaje.
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