miércoles, 23 de abril de 2014

Emilio Lledó se declara defensor de la escuela pública

A sus 85 años Emilio Lledó, filósofo, profesor universitario y académico de la RAE, da un repaso a su vida.
Recuerda su infancia en Vicálvaro, cuando Vicálvaro era aún un pueblo en la periferia de Madrid, y cómo allí, en plena guerra civil, iba a la escuela. Recuerda aún con cariño a su maestro, don Francisco, un típico maestro de la República, que vivía en Madrid y que todos los días iba a Vicálvaro en un autobús que salía de al lado de la plaza de las Ventas. Aún conserva una libreta que utilizaba como cuaderno de clase en la escuela, una libreta que Emilio considera una preciada joya, el libro más valioso que tiene en su casa.




En la Universidad de Heildelberg
En 1953, tras hacer la mili y terminar su licenciatura, Emilió decidió marchar a la Universidad de Heildelberg, gracias a unos ahorrillos, seis o siete mil pesetas que había ganado en Madrid dando clases particulares mientras estudiaba los dos últimos años de la carrera. Su anhelo era mejorar su formación y leer bien a los clásicos en griego
Allí comenzó a ir a los cursos de Gadamer, alumno de Heidegger, y Löwith. Por mediación de Gadamer y Regenbogen obtendría una beca. Y también comenzaría pronto a dar él mismo clases de historia, filosofía y latín.
Para alguien que venía de la Universidad de Madrid la estancia en Heidelberg fue, como vivencia, un shock. No en vano, las diferencias entre ambas universidades eran muy grandes.

Aquella universidad era otro mundo: ver una universidad donde no había asignaturas; a Gadamer, hablando de filosofía, pero no de esos programas nuestros imposibles, capaces de abarcar desde Tales de Mileto hasta ahora mismo... Cuando después de opositar en España a Escuelas Normales, a Institutos y a la Universidad, les llevé a Gadamer y a Löwitz el programa de la oposición y me dijeron: "A nosotros nos hubieran suspendido inmediatamente. ¿Cómo se puede saber lo mismo de Pico della Mirandola que de Giordano Bruno, Anaxágoras, Nietzsche, Hegel o Schopenhauer?, pero ¡qué disparate!".

 


Lo nuestro era el "asignaturismo", causante, entre otras cosas, de la muerte de la universidad y de los institutos: el enciclopedismo vacío sin sugerencias. Era muy distinto en la universidad alemana: ahí tengo los anuarios, donde se puede ver cómo era la enseñanza alemana, pública además hasta más de un 90%. En cada uno de los dos semestres salía un librito de toda la Universidad de Heidelberg -de Medicina a Filosofía-, con los cursos de cada profesor. Gadamer, por ejemplo, "Lectura de Hegel: La fenomenología del espíritu"; y al semestre siguiente: "Platón: El Banquete"; y al otro, cosas que a él le interesaban. E íbamos. Eso para mí fue una explosión, una conmoción".
 
Por eso no acepto esta proliferación de universidades privadas. ¿Te imaginas que en Alemania fueran privadas las de Heidelberg, Berlín o Marburgo? No podrían hacer negocio, ni formar asesores de empresa, ni consejeros financieros; el máximo ideal que ofrecen las privadas en nuestro país es que les digan a los estudiantes: "Nada más que acabes te colocamos en una empresa". Es horrible, y me acuerdo de Walter Benjamin cuando decía que eso es la muerte.


El contacto con los obreros españoles en Alemania
Emilio tuvo la oportunidad de poder dar clases de alemán a muchos obreros españoles que marcharon a Alemania. En sus palabras, una gran experiencia, que le permitió poder apreciar de cerca el talento extraordinario de aquellos emigrantes. Le repatea oír hablar de la pereza andaluza. ¿Qué pereza es esa que les impulsaba a coger una maleta e irse a Düsseldorf o a Frankfurt?
 
Aprendí que el origen no tenía que ver; que a esos muchachos que habían nacido con un no en la cabeza, no a la cultura y no al pan, era una pena cerrarles el camino del conocimiento. Era y sigue siendo una desgracia condenarles a una escuela pública sin recursos y abandonada, mientras se protege la "excelencia" -palabra ridícula en boca de los políticos que la utilizan- sustentada por la desigualdad económica. Por cierto, ninguno de esos relumbrantes y excelentes colegios -en manos la mayoría de las veces de sectas y sectarios- puede compararse con un instituto público de una pequeña ciudad alemana.


En defensa de la enseñanza pública
Emilio Lledó apuesta sin reservas por la enseñanza pública y nos recuerda un párrafo del Libro VIII de La Política de Aristóteles:
Puesto que el fin de toda ciudad -toda polis- es único, es evidente que necesariamente ha de ser una y la misma la educación de todos.
 

Fuente: Entrevista con Emilio Lledó publicada en el nº 345 de TE (Trabajadores de la Enseñanza), revista de la Federación de Enseñanza de CCOO (abril-mayo de 2014).

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