sábado, 8 de marzo de 2014

Colón, incomprendido en Salamanca

Cristóbal Colón, el marino de origen genovés para algunos, de ascendencia judía para otros, dio forma a una idea revolucionaria para su época, que consistía en alcanzar Cipango (Japón) y las tierras del Gran Khan navegando hacia el oeste. Su proyecto se apoyaba lógicamente en la creencia de que la Tierra tenía forma esférica y aspiraba a alcanzar las Indias, ricas en especias, abriendo una vía distinta a la ruta de circunnavegación de África que por entonces utilizaban los portugueses.


Ruta portuguesa a las Indias


Colón expuso primeramente su proyecto al rey portugués Juan II, quien no lo vio claro y le dio calabazas. Se dirigió entonces a la corte de Castilla y se entrevistó en 1486 con la reina Isabel, quien decidió recurrir a un consejo de doctos varones para que emitiera un dictamen sobre la viabilidad del plan colombino.

A petición de la reina, el claustro de la Universidad de Salamanca se reunió en consejo y basándose en la circunferencia atribuida a la Tierra por Eratóstenes, que era de 252.000 estadios, dictaminó que la verdadera distancia que había entre las Canarias y Cipango era el cuádruple de la manejada por Colón. Una distancia que se estimaba excesiva para los conocimientos de navegación de la época, por lo que los doctores salmantinos consideraron inviable el proyecto. Nuevo jarro de agua fría para Colón.

Aun así, la reina Isabel le dijo a Colón que no descartaba del todo su plan, pero que de momento tenía asuntos más importantes que resolver, verbigracia la conquista de Granada.




Como es sabido, Colón pudo al fin llevar a cabo su proyecto y con éxito. Pero lo cierto es que la decisión de los doctores salmantinos, apoyada en las estimaciones de Eratóstenes y en los conocimientos geográficos existentes en aquel momento, era incontrovertible desde el punto de vista técnico y sin duda prudente. Eratóstenes había hecho una medición muy precisa sobre la circunferencia de la Tierra, que tenía un error de solo un 1% sobre la medida de 40.000 km. que manejamos actualmente. Colón, por su parte, se basaba en las mediciones de Posidonio, posteriores a las de Eratóstenes, que atribuian a la Tierra una circunferencia de solo 29.000 km., bastante inferior a la que tiene en realidad.





A Colón le salió bien la jugada. Pero en ello fue decisivo que un nuevo continente, desconocido hasta entonces, se interpusiera en su camino. De no ser por este hecho fortuito, Colón y los suyos probablemente no hubieran salido vivos de la empresa, como bien nos recuerda el escritor Miguel de Unamuno, que dice de Colón que yendo en busca de una cosa se encontró con otra que no buscaba y se murió sin saber a ciencia cierta lo que había encontrado.

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